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Después de una ruptura, rara es la persona que no ve su autoestima mermada.
Los sentimientos de abandono en ocasiones son muy fuertes, y uno tiende a considerarse imperfecto: no suficientemente atractivo, no suficientemente locuaz o entretenido… con automensajes que pueden llegar a ser muy desvalorizadores.
Sin embargo, pocas veces aceptamos que, realmente, que nos dejen o dejemos, forma parte de todas las relaciones interpersonales. Así, vamos dejando amigos por el camino de la vida, porque evolucionamos de manera diferente o simplemente porque el contacto se pierde.
La vida en constante cambio y evolución hace que también cambiemos, querámoslo o no, y que la persona con la que estemos en un momento y con la que antes congeniábamos, ahora no. A veces nos dejan, a veces dejamos.
Lo cual no quiere decir que dejemos de ser personas interesantes o capaces de volver a enamorarnos y disfrutar.
La mayoría de las veces, cuando nos damos permiso para hacerlo, encontramos a otra persona que nos hace vivir de nuevo con ilusión.
Solamente hay que permitírselo. Y menos mal que es así, ¿se imaginan sí solamente en la vida pudiéramos enamorarnos una vez y que estuviéramos condenados a estar en esa relación?
No quiere decir que no haya que comprometerse. Pero hay que ser realistas: hay amores que duran toda una vida, otros unos años y otros apenas unos días.
De cualquier manera, a pesar del dolor que se experimenta tras la ruptura, hay que centrarse en saber que no se trata de carencias que uno tiene, ni que se carezca de tal o cual atractivo sino simplemente de que el amor se ha agotado y que el corazón se fortalece con la pérdida para volver a encontrar otro corazón con el que seguir viviendo feliz.