Nuestro cerebro, siempre en funcionamiento, elabora pensamientos de todo tipo.
Unos neutros, de los que apenas somos conscientes porque no generan ninguna emoción.
Otros de tipo positivo, que rápidamente se traslucen en emociones de alegría, euforia o plenitud.
Los peores son los pensamientos negativos. Si pudiéramos ponerles un color, sería el negro.
Como si de una espiral se tratara, empezamos a pensar mal para ir profundizando cada vez más en el malestar que estos mismos pensamientos nos provocan. Y así, empezamos por tener miedo y por pensar negativamente sobre si aquello a lo que debemos enfrentarnos nos saldrá mal, o qué pensarán de mí tales o cuales personas.
Personalizamos y nos vemos como causantes de todo lo peor, maximizamos nuestros errores, aunque estos hayan ocurrido en un pasado lejano, torturándonos y reprochándonos cómo no pudimos darnos cuenta de lo equivocados que estábamos.
Caemos en esa espiral en la que la autocompasión y los peores augurios parecen reales y nuestro ánimo se llena de tristeza, de pena, de angustia y de ansiedad.
Frenar esos pensamientos resulta ya muy difícil, metidos mentalmente en una tormenta en la que sin duda naufragaremos.
Por eso es importante detenernos antes de caer definitivamente en ella.
Debemos parar y dudar, cuestionándonos sobre si lo que estamos pensando, tan negativamente, es para tanto. Por ejemplo, ¿no deberíamos juzgar nuestros errores del pasado a la luz de entonces y no con lo que sabemos ahora?
Debemos parar y tener en cuenta todo lo aprendido a lo largo de nuestros días, de nuestra vida, siendo conscientes entonces de que muchos temores no son más que fantasmas que aparecen en nuestra mente causándonos desdichas que luego, solamente en muy pocas ocasiones, se convierten en algo real.
Debemos parar y salir de la autocompasión y mostrarnos firmes con nosotros mismos para entender que la vida siempre nos sorprende, y además siempre gana, y que, aunque con sus dificultades, debemos vivirla mientras la tengamos, lo mejor posible.
Debemos parar, y deshacernos de los pensamientos de miedo debe de ser una tarea en la que invirtamos minutos y minutos de nuestra vida, todos los días, en una labor continua de crecimiento ment.
Así nos convertiremos en dueños de nuestra mente y, por lo tanto, viviremos mejor.