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lunes, 28 de agosto de 2023

FUSIÓN AMOROSA


Imagen: Pixabay
Hay parejas que lo hacen todo juntos.

Se levantan a la misma hora y acuden a sus respectivos trabajos, se van a dormir a la misma hora y comparten los mismos amigos. Si tienen que hacer compras, salen los dos y comentan lo que les favorece a cada uno de ellos. Si se encuentran con conocidos, comentan también cómo les han visto.

Eligen conjuntamente dónde ir de vacaciones y, si tienen hijos, están de acuerdo también y discuten qué proyecto quieren llevar a cabo con ellos, cómo va la educación y el crecimiento de sus vástagos.

Lo comparten todo.

Son fieles el uno al otro, porque se gustan y porque se sienten bien el uno con el otro.

No necesitan a nadie más, y aunque son capaces de sentirse atraídos por otras personas, sin embargo, como si de un juramento interior con ellos mismos se tratara, ven a su compañero/a de vida como el elegido, como aquel o aquella que colma todas sus expectativas y con quien se sienten felices y seguros.

Este grado de intimidad y de fusión no es simplemente una cuestión de voluntad. Que también. Es producto de un progreso y gradual acercamiento por entender al otro, por ponerse en su piel. Por comentarle todos las dudas e inseguridades que van surgiendo en la vida.

Juntos refuerzan sus energías, sus capacidades intelectuales y vitales.

Hay un equilibrio perfecto en el que, si uno está cansado, sabe que cuenta con el apoyo del otro y viceversa. Sabe que no tendrá en el otro a un juez severo que le recrimine y condene, sino alguien que le entenderá y apoyará, aunque le corrija y le haga ver que se ha equivocado.

Es contar incondicionalmente con el otro. Se complementan y las carencias de uno se suplen con las virtudes del otro.

Y los dos, para que este perfecto engranaje funcione, apuestan cada día por hacer feliz al otro, por facilitarle la vida.

Son capaces de perdonarse los errores y fallos y de tratar los asuntos en los que no están de acuerdo con delicadeza y sentido del humor.

La mirada del uno hacia el otro es de complicidad y de indulgencia.

Y en este tejer cotidiano del día a día consiste el amor verdadero, aquel que sobrevive a tempestades y adversidades diarias, aquel que dura toda la vida.

Aquel que hay que ir cuidando y cultivando para que permanezca a lo largo del tiempo.

Trabajoso, sí, pero apostar por esa fusión amorosa, por ese amor incondicional y profundo, es lo que llaman el verdadero amor.



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