Entendemos por empatía la capacidad que todos deberíamos tener de sentir y reconocer lo que otra persona siente.
De una manera genuina, la empatía es la capacidad de sentir y ponernos en el lugar del otro, aunque no compartamos lo que nos dice, y entender lo que emocionalmente nos está transmitiendo. La empatía no tiene nada que ver con la simpatía, que es otra cosa. La empatía es básica en las relaciones sociales y en las relaciones interpersonales.
Se la considera una emoción social porque las relaciones sociales, las relaciones de pareja y, en general, todas las relaciones afectivas, deben asentarse en la empatía para que lleguen a buen puerto. Desarrollar la empatía es un aprendizaje emocional necesario que nos produce bienestar y nos ayuda, además, a ser solidarios y a entender al otro.
El apoyo a los demás y la comprensión de los otros parte primariamente de esa empatía en la que entendemos que cada persona hace lo que puede para llevar su vida y tiene sus razones para actuar de determinada manera, aunque nosotros no las compartamos.
En ocasiones, tenemos actitudes emocionales rígidas, en las que vemos a los otros como enemigos, les criticamos duramente y hacemos juicios de valor de sus acciones, sin pararnos a pensar los problemas, pensamientos o razones que dichas personas tienen para actuar como actúan. Tenemos poca paciencia y echamos por tierra aquello que no compartimos, a veces, de manera cruel.
Vivimos en una época poco empática: parece que cada uno va a lo suyo, hay poco tiempo y muchas prisas y estrés, y el individualismo esconde muchas veces un gran egoísmo y vanidad.
Sin embargo, si no somos empáticos, si emocionalmente no hemos hecho ese aprendizaje, nuestras relaciones personales acabarán naufragando y viviremos solos, aunque estemos rodeados de gente.
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