El tiempo parece volverse un poco más lento en esta época del año; anochece más tarde, hace calor y parece que todo nos invita a tomarnos el día a día sin prisas, como si éstas desaparecieran por unos meses, para volver al ritmo frenético en el que vivimos en el mes de septiembre.
Habitamos una sociedad donde está hipervalorado el tener el tiempo ocupado; parece, incluso, que la persona que se toma las cosas de manera relajada, no es productiva. Sin embargo, qué importante es hacer las cosas sin prisas, porque no solamente se gana en eficacia, sino que se evita tener muchos momentos de ansiedad innecesarios, que tanto malestar nos provocan.
Deberíamos reflexionar estos meses de verano para intentar, en septiembre, realizar las tareas diarias que desempeñamos, con la rapidez que requieran, pero sin prisas innecesarias.
Para eso es fundamental organizar bien el tiempo, distribuirlo adecuadamente, sin autoexigirnos a veces cosas imposibles de hacer y, más importante todavía que todo esto, dedicar unos momentos del día a conversar, pasear o, simplemente, a "perder el tiempo". Este "perder el tiempo", tan denostado hoy en día por parecer sinónimo de pereza, es algo fundamental. Por ejemplo: estar sentado en un banco viendo pasar a la gente, tumbarse al sol, cerrar los ojos y conectar con nuestro interior... sestear, proporcionarse cosas y momentos agradables... todo eso que en general nos gusta hacer en vacaciones.
Cuando regresemos de las vacaciones a nuestros trabajos diarios debemos intentar no perder la costumbre de reservar unos instantes para nosotros mismos, para escuchar música, pasear, hacer ejercicio o charlar con nuestros familiares o amigos. Pongámonos como prioritario el contacto afectivo con los que queremos. Seguramente, nuestro bienestar será mayor y eso hará que encaremos el día a día con mejor ánimo.
Recuerde, como he leído hace poco, que el trabajo más productivo es el que sale de las manos de un ser humano contento.